Ningyo, la hija del mar, la pequeña sirena… el remolino imparable de amor sensual con su cola de pescada golpeando la quilla… Abajo, solo un par de ojos tan turbios como el deseo del mar, tan ópalos… aguardando…
El océano es un desierto de agua, sin límites... y el barco
va a la deriva.
Ella los mira desde abajo entre mostrándose en el oleaje… sus
olores suben, se adhieren a los metales ruidosos del navío tóxico… Ven a mí, les
dice… Ven… y ella cree que los hombres enloquecen…
Las gaviotas caen en picada entre las olas, recogen una y
otra vez los restos del naufragio, que como una cola nupcial, acompañan al buque.
Vuelven a subir con las cabezas empapadas y un pez sin cabeza en los picos. El
violento sol… la sal amarga que se endurece entre las hendiduras de la piel de
los moribundos con la celeridad de la intoxicación… Dolor… Infecciones… el interior incendiado
por la radiación. A la deriva, el inmenso ataúd náutico…
La sirena, sobreviviente del pasado natural, mantiene las
viejas costumbres de acecho. Ronda el navío hace varios días. Lo encontró en el
Mar del Japón, y desde allí siguen juntos… en medio del tsunami ella se prendió
de su ancla y lo llevó, como un botín… Mar adentro. La pequeña sirena, la hija de O-Wata-Tsu-Mi
el Voraz, con su mitad vibrante en forma de pez y la ilusión de ser mujer en sus tetas llenas, relame sus dientes
filosos y espera su premio… Las escamas que trepan hasta el frágil límite de
sus caderas gordas… y la famosa voz que lanza desolada en forma de daga
acústica… Sus pezones opulentos de ansiedad, y el mar que la envuelve avaro
mientras la manosea, la llena de su
semen salobre y la hace girar en espiral provocando remolinos que miran los del
barco. Ella, que no teme a los arpones, es entonces un espejismo de los ojos
enfermos… un fantasma radioactivo, que
sabe que su piel, gris o verde o rojo marfil ha sido para el marino la
premonición de los tiburones y del fin del mundo.
Nada le importa a ella. La loba del mar, adhiere las palmas
de sus manos a los hierros, se prende del ancla rota y se deja llevar… sus
garras de nácar ya han dejado rastros en la osamenta del barco herido… pero
ella persiste y aun canta, canción disfónica de sirena tenaz e ignorada…
Nadie contesta desde arriba…
Un día, tan parecido al infierno, un cuerpo irrumpe en la
espera. Ella, lo enlaza presta con sus cabellos y canta… No se detiene a
observar el extraño brillo del moribundo, los vahos radioactivos que la
impregnan acumulativamente. Ella acaricia, besa, introduce su lengua en la boca
asfixiada, se regocija, succiona y por fin devora, como en la antigua usanza.
La sirena, la hija de O-Wata-Tsu-Mi debe su cena a la mayor osamenta tóxica, la
Viuda de Fukushima, echada al mar para el bien de los hombres.
El mar la abraza lubrico. Los peces salen a recibirla.
Princesa del reino fantasmal. La inmune cuna del mar se envenena. Las más
tremendas mutaciones empiezan a forjarse. Los peces quizá sobrevivan… pero los
humanos seguro que no lo harán… Y ella criatura de dos mundos, reliquia de un
pasado muerto, vivirá una vez más la guerra en carne propia….
Me gusto mucho, es creación tuya o mitología oriental.
ResponderBorrarBravas las sirenas
JE
Creacion personal con inspiraciones reales... je. Gracias:)
Borrarfuerte, lauri
ResponderBorrarfelicitaciones
@mercefarriols