sábado, 26 de mayo de 2012

SIRENA FUKUSHIMA

Ningyo, la hija del mar, la pequeña sirena… el remolino imparable de amor sensual con su cola de pescada golpeando la quilla… Abajo, solo un par de ojos tan turbios como el deseo del mar, tan ópalos… aguardando…

El océano es un desierto de agua, sin límites... y el barco va a la deriva.
Ella los mira desde abajo entre mostrándose en el oleaje… sus olores suben, se adhieren a los metales ruidosos del navío tóxico… Ven a mí, les dice… Ven… y ella cree que los hombres enloquecen…

Las gaviotas caen en picada entre las olas, recogen una y otra vez los restos del naufragio, que como una cola nupcial, acompañan al buque. Vuelven a subir con las cabezas empapadas y un pez sin cabeza en los picos. El violento sol… la sal amarga que se endurece entre las hendiduras de la piel de los moribundos con la celeridad de la intoxicación…  Dolor… Infecciones… el interior incendiado por la radiación. A la deriva, el inmenso ataúd náutico…
La sirena, sobreviviente del pasado natural, mantiene las viejas costumbres de acecho. Ronda el navío hace varios días. Lo encontró en el Mar del Japón, y desde allí siguen juntos… en medio del tsunami ella se prendió de su ancla y lo llevó, como un botín… Mar adentro.  La pequeña sirena, la hija de O-Wata-Tsu-Mi el Voraz, con su mitad vibrante en forma de pez y la ilusión de ser mujer  en sus tetas llenas, relame sus dientes filosos y espera su premio… Las escamas que trepan hasta el frágil límite de sus caderas gordas… y la famosa voz que lanza desolada en forma de daga acústica… Sus pezones opulentos de ansiedad, y el mar que la envuelve avaro mientras la manosea,  la llena de su semen salobre y la hace girar en espiral provocando remolinos que miran los del barco. Ella, que no teme a los arpones, es entonces un espejismo de los ojos enfermos…  un fantasma radioactivo, que sabe que su piel, gris o verde o rojo marfil ha sido para el marino la premonición de los tiburones y del fin del mundo.

Nada le importa a ella. La loba del mar, adhiere las palmas de sus manos a los hierros, se prende del ancla rota y se deja llevar… sus garras de nácar ya han dejado rastros en la osamenta del barco herido… pero ella persiste y aun canta, canción disfónica de sirena tenaz e ignorada…
Nadie contesta desde arriba…

Un día, tan parecido al infierno, un cuerpo irrumpe en la espera. Ella, lo enlaza presta con sus cabellos y canta… No se detiene a observar el extraño brillo del moribundo, los vahos radioactivos que la impregnan acumulativamente. Ella acaricia, besa, introduce su lengua en la boca asfixiada, se regocija, succiona y por fin devora, como en la antigua usanza.
La sirena, la hija de O-Wata-Tsu-Mi  debe su cena a la mayor osamenta tóxica, la Viuda de Fukushima, echada al mar para el bien de los hombres.

El mar la abraza lubrico. Los peces salen a recibirla. Princesa del reino fantasmal. La inmune cuna del mar se envenena. Las más tremendas mutaciones empiezan a forjarse. Los peces quizá sobrevivan… pero los humanos seguro que no lo harán… Y ella criatura de dos mundos, reliquia de un pasado muerto, vivirá una vez más la guerra en carne propia….

3 comentarios:

  1. Me gusto mucho, es creación tuya o mitología oriental.
    Bravas las sirenas
    JE

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  2. fuerte, lauri
    felicitaciones
    @mercefarriols

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