domingo, 22 de julio de 2012

Fabula del Ciempies y la Mariposa


Una vez...
un simpático ciempiés, después de una tormenta
Se encontró un extraño capullo
Había caído de una parra verde
Y hacía equilibrio sobre una piedra húmeda.

El ciempiés lo miró bien de lejos
Y pensó…
 “debe ser un animal fabuloso…
Mezcla de ramas, seda y canto rodado.”

Lo rodeó graciosamente, cauto muy cauto
Ninguna de sus patitas se enredaron
Se diría que se deslizaba hacia su destino
Tan armonioso y decidido era su andar.

Paró muy cerca del ser y lo miró fijamente
El extraño no huía… lo ignoraba…
Pensó entonces… “Debe ser poderoso, no me tiene miedo…”
Y ese solo pensamiento lo hizo temblar.

Perdió su gracia el ciempiés.
Ya torpe por la pavura
Golpeó un tronquito que catapultó el nido
Separándolo de la piedra y arrojándolo al suelo.

“Vuela”, pensó cuando estaba en el aire
“Tirara sus babas y me comerá”
Pero no lo hizo
Solo cayó y lo vio pequeño y miserable.

Entonces  el ciempiés descubrió
Que el fabuloso animal… no lo era tanto…
Caído como estaba rodó… llevado por el viento…
derechito a un charco de la lluvia reciente.

A toda velocidad, el ciempiés se largó en loca carrera
Impulsado por sus cien patitas…
Logró salvar al frágil capullo
de un chapuzón seguro.

Ayudado hábilmente por una ramita, lo fue llevando.
Todas sus patitas trabajaban en conjunto…
El capullo era liviano y olía bien
Y el ciempiés pensó…  “¡ummm, me lo quedaré!”

Vivía el gusanito entre dos margaritas copetonas
Que siempre lo miraban desde arriba
mientras él se enroscaba en el calor de la tarde
para dormir la siesta

Se sacudieron gustosas cuando de ellas lo colgó.
Es más, se curvaron como nunca
Se dirían damas coquetas
Con joya nueva.

“Es un adorno importante para
mi humilde morada…”,
pensó el ciempiés complacido
Decorado fabuloso de hojitas y de seda.

Qué lindo sería, pero que lindo,
si su adorno tuviera luz…
Disfrutaría completamente todo el tiempo
La vida, con sus breves noches y sus días fugitivos, ¡era tan preciosa!

Subió por el tallo de sus margaritas
Que se sacudieron de risa por las cosquillas.
Entonces se animo y sin saber por qué, abrazó a su adorno
Lo abrazó con cien bracitos de amor.

El ciempiés se durmió…
El capullo se durmió…
Las margaritas se durmieron…
Y todos fueron una fabulosa pintura surrealista

Cuando juntos se despertaron, el sol ya estaba alto.
El ciempiés estiro uno a uno sus piernas-brazos
que con delicadeza de insecto
mecieron el nido.

De pronto un crujido alertó al ciempiés
El capullo parecía también despertar.
Corrió entonces con sus cien patitas y
desde un hongo distante, se sentó a observar…

Largo rato tardo la criatura en romper su pupa…
Un rato eterno para el ciempiés anhelante.
Por fin, un color intenso deslumbró sus ojos
Y contempló lo secreto y el amor lo envolvió.

Cuando por fin la mariposa estuvo entera
Puro esplendor que deja sin habla
Voló y quedó suspendida por un instante
Vibrante de belleza… fragilidad temblorosa y etérea

Debía irse, se dijo la mariposa
Los minutos corrían y algo en ella se fugaba
Luego hubo una flor… una gotita de agua…
y un palito negro que la saludaba…

El ciempiés se estiro cuan largo era
E intentó acariciara su fabulosa compañera…
Ella, curiosa, le acercó su vientre de felpa
Y fueron mariposa y ciempiés. Y margaritas chismosas.

Finalmente ella voló y se perdió en el azul cielo
El saltó e  intentó seguirla
Hizo señas, saludos, gestos
Pero ella no lo escuchaba. Su vida era muy corta.

Solito entonces el ciempiés,
lloro como si también tuviera cien ojos.
Tan enorme era el amor que sentía.
Tan profundo el desengaño.

Enroscado y triste no quiso comer
No quiso salir  a recorrer la mañana.
Su animal fabuloso no existía
Su adorno fabuloso lo había abandonado.

Se hizo un nudo pequeñito
No quería que lo vieran llorar
Las margaritas copetonas se curvaron
Para cubrir su tristeza.

Era la noche muy cerrada
Cuando el ciempiés despertó
Abrió un ojito y luego el otro.
Tenía un hambre de lobo feroz.

Sus cien piernas-bracitos se estiraron
Sacudieron la tristeza, la vida embargó su cuerpo
Y se sintió bien.
La vida continúa. Tenía una historia que contar.

Y la vio.
La fabulosa mariposa.
Sostenida con pata frágil a las margaritas copetonas
Prendida a ella, un bichito de luz.

Ya no era el fabuloso capullo
Ella era la luz misma
Dormida… desvaneciéndose
Prendida a esa hermosa luz intermitente

“¿Cómo atraparé este momento?”,
pensó el ciempiés
Y dos decenas de manitos
Parecieron rascarle la sien.

Contemplo a su bella dormir
Supo que su amor era correspondido
Y se puso a hacer ondas en la tierra
Las margaritas copetonas se estiraron

El ciempiés, la mariposa, fundidos en el tiempo…
Las copetonas chismosas y ahora la luciérnaga
¿Por cuánto? Eternamente… Para siempre…
Mientras dure en la memoria

Así es la vida, después de todo
Fugaz, se deshace como un terrón de azúcar
Dulce por momentos, amarga casi nunca
Y la felicidad es una sensación en el cuerpo que perdura.


Por eso, recuerda, cuando estés triste siempre se puede  volver a buscarla…

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